Mientras en otros puntos del país se apostaba por la solemnidad, el silencio o el éxodo hacia playas y balnearios, en sectores como Villa Francisca, Mejoramiento Social, 27 de Febrero, Villa María, Villa Consuelo y Villa Juana, el Viernes Santo ha sido un retrato vivo de la cultura barrial dominicana.
Había música a bajo volumen, vecinos compartían cervezas frías en las aceras, mesas de dominó, niños jugaban vitilla y baloncesto en la calle.
Las piscinas improvisadas terminaron generando tensiones con las autoridades.
“No quieren que tengamos piscina”: la molestia por las restricciones.
Uno de los elementos más recurrentes en estos barrios fue la colocación de pequeñas piscinas plásticas en calles, aceras y patios. Para muchos, es una forma de refrescarse y pasar el día libre sin necesidad de viajar.

Sin embargo, varios comunitarios expresaron su molestia porque agentes policiales llegaron a exigir que las desmontaran, alegando respeto al significado religioso de la fecha y la reciente tragedia ocurrida en el Jet Set Club, donde fallecieron más de 200 personas.
“No quieren que ellos tengan piscina, por respeto al Viernes Santo”, comentó uno de los residentes en el barrio Mejoramiento Social. En respuesta, algunos defendieron que el disfrute no está reñido con la fe.
Además, que los niños no están enterados de la tragedia del jet set.
Jugaban en las calles
Las calles se convirtieron en salones abiertos de esparcimiento.
Niños jugaban vitilla, otros echaban un juego de baloncesto en plena vía, mientras grupos de adultos se reunían para jugar dominó y tomar una cerveza fría.
“Es mejor quedarse”, dijeron varios ciudadanos mientras bajaban fichas de dominó en una mesa ubicada justo frente a una casa.

En otros puntos, la música era apenas un murmullo que acompañaba las conversaciones y el ambiente relajado.
Cocinando habichuelas con dulce
En muchas casas se cocinaban platos típicos de Semana Santa.
Doña Belkis, una residente en el barrio 27 de Febrero, expresó: “Todo está caro”. Aun así, se las arregló para preparar un menú que incluía habichuelas con dulce de postre y guandules con coco, pescado y ensalada.
Los puestos de pescado fueron una constante en las esquinas.
Vendedores ofrecían la libra a RD$210, conscientes de que en estas fechas la mayoría de los dominicanos se abstiene de consumir carne roja por motivos religiosos.

Manuel Emilio, en Villa Consuelo, compartía con orgullo su menú del día: “Hice un pescado con moro de guandules. Es mejor estar en casa”.
Con la mayoría de los comercios cerrados, algunos residentes vieron una oportunidad para generar ingresos, como Eduardo Ramos, quien, junto a su esposa Teresa, decidió vender comida ya que “no íbamos para ningún lado”.
Reflexión
No faltaron las voces que llamaban a la reflexión. Una señora, al pasar por una de las calles más animadas del barrio 27 de Febrero, comentó: “La gente debe respetar que esto es un tiempo solemne”, recordando el sentido espiritual del Viernes Santo.
Por su parte, Ramón Eduardo Enrique, residente de Villa María, compartió que decidió no salir de la ciudad, en parte por precaución y por los recuerdos recientes: “No me fui por la tragedia del Jet Set”, dijo, haciendo referencia al lamentable suceso ocurrido días atrás en una discoteca de la capital.
“Estamos tranquilos como Dios manda”, sentenció Roberto García, en Villa Juana, con el sonido de los niños jugando de fondo en una piscina.