Santo Domingo22/09/2025
Hay llamadas que cambian destinos. Para Pablo Cruz, esa convocatoria llegó tras un proceso inesperado: luego de múltiples audiciones y pruebas, finalmente recibió la noticia de que sería él quien daría vida a Roberto Gómez Bolaños, el eterno Chespirito.
Un personaje que no solo marcó generaciones en Latinoamérica, sino que se convirtió en un símbolo de la risa, la inocencia y la universalidad del humor.
Lo curioso es que, al inicio, nadie lo veía como la opción más evidente. Ni siquiera otros directores de casting lo consideraban el rostro ideal para interpretar a Bolaños. Fue Isabel Cortazar, directora de casting y vieja conocida de Cruz, quien vislumbró en él una chispa que podía transformarse en ese comediante que tantas veces habitó las pantallas del continente.
“Mandé un video donde pensé que podía tener un gesto muy similar a él, y a partir de ahí empezamos a construir”, recuerda el actor en una plática con LISTÍN DIARIO.
Pablo Cruz llegó el fin de semana a Santo Domingo en el marco de la primera edición de Smartfilms Dominicana que finalizó ayer bajo la producción de Evelyna Rodríguez y Danilo Reynoso.

TRABAJO CON EL ALMA
El actor mexicano contó que la preparación para el papel de Chespirito trascendió la técnica actoral. Él se sumergió en la biografía, en sus palabras escritas, en su manera íntima de narrarse, al punto de dialogar con el libro como si fuera una especie de oráculo personal: lo abría, lo señalaba al azar, y encontraba ahí respuestas para encarnar al personaje.
El archivo fotográfico familiar fue otro tesoro invaluable. Videos caseros, imágenes espontáneas de Gómez Bolaños en su rol más íntimo como padre y esposo, le permitieron conocer a un hombre más allá del personaje público. Descubrió a un ser cálido, catalizador de alegría dentro de su hogar, que contrastaba con el humorista serio y reservado de las entrevistas. “Ese Roberto íntimo era la clave para comprender al ícono que todos conocíamos”, asegura Cruz.
EQUIPO A LA ALTURA DEL MITO
Más allá de la carga personal, el proyecto se sostuvo en un elenco comprometido. Actores y actrices que entendieron la dimensión cultural de lo que estaban por contar.
“Todos queríamos hacer una historia digna, una historia real, que se sintiera como parte de nuestra propia familia. El nivel de compromiso era tan alto, que cuando entré al set pensé: más me vale estar a la altura”, confiesa Pablo.
Y vaya que lo estuvo. La serie no solo cautivó por la fidelidad de las caracterizaciones, sino por el corazón con el que cada intérprete se entregó a un relato que apelaba a la nostalgia, al cariño y a la identidad compartida de millones de latinoamericanos.
EL LEGADO DE UN GIGANTE

Entre todo lo aprendido, hubo un dato que lo dejó impactado: en los años setenta, sin plataformas globales ni redes sociales, Chespirito llegaba a 350 millones de espectadores semanales. Una cifra que hoy resulta casi inalcanzable incluso en la era del streaming. Ese alcance descomunal es, para Pablo, la prueba irrefutable de la genialidad y la universalidad de Gómez Bolaños.
MÁS DE CHESPIRITO
La experiencia lo marcó no solo como actor, sino como creador. “Me reactivó las ganas de ser emprendedor dentro de mi gremio. De perseguir a toda costa esas historias que creo que pueden conectar y mover algo en la gente”, afirma.
Y aunque hoy disfruta del reconocimiento y de viajar gracias a su trabajo como en esta su más reciente visita a República Dominicana, donde fue recibido con calidez, mantiene los pies en la tierra y la energía puesta en lo esencial: la creación. También aquí fue reconocido por la Asociación Dominicana de Actores de Cine.
Cuando se le pregunta qué le diría al Pablo que recién comenzaba en la actuación, responde con serenidad: “Que no construya sobre expectativas, que concentre toda su energía en el proceso creativo. Porque ahí es donde realmente está el valor”.
¿Y qué le preguntaría Pablo Cruz a Chespirito?
La respuesta es sencilla, casi poética: “¿Qué era lo que más te hacía reír en la vida?”. Porque, al final, el humor nace de reconocer y disfrutar nuestra imperfección, esa humanidad contradictoria y entrañable que nos provoca risa incluso en los tropiezos.
Pablo Cruz no solo interpretó a Chespirito; vivió con él, lo estudió, lo respiró y, de alguna manera, lo revivió para nuevas generaciones. En ese viaje, también se encontró a sí mismo: como actor, como creador y como hombre que aprendió a reír con lo más simple, lo más humano.
Reflexión. Cuando se le pregunta qué le diría al Pablo que recién comenzaba en la actuación, responde con serenidad: “Que no construya sobre expectativas, que concentre toda su energía en el proceso creativo. Porque ahí es donde realmente está el valor”.